El tejido adiposo es una parte esencial cuando hablamos de composición corporal. Pero ¿realmente la estamos interpretando correctamente? Las funciones del tejido adiposo son vitales para el funcionamiento de nuestro cuerpo y la homeostasis del balance energético del organismo . Podríamos dividir las principales funciones del tejido adiposo en dos grandes pilares, el almacenaje de energía en forma de triglicéridos provenientes de la dieta y extraídos a través de la gliceroneogénesis; y el segundo se basa en la liberación de las adipocinas, hormonas que modulan la velocidad de las rutas metabólicas, mientras que ajustan el balance energético a nivel del sistema nervioso central. Sin embargo, la acumulación excesiva de la grasa en el cuerpo suele asociarse con varias alteraciones metabólicas que pueden resultar perjudicial para la salud de una persona , estas alteraciones en gran medida son ocasionadas por una reducción en la capacidad del tejido adiposo para almacenar lípidos y secretar adipocinas.
La obesidad es un problema que poco tiene que ver con lo estético o las tallas, la obesidad se ha vuelto un problema de salud pública, debido a que es un factor importante para el desarrollo de numerosas enfermedades no transmisibles, como la dislipidemia, hipertensión, hígado graso no alcohólico e intolerancia a la glucosa. La suma de todas estas enfermedades conforma lo que se conoce como Síndrome metabólico. Y es considerado un problema de salud pública debido a que ha existido un incremento masivo en los últimos 30 años de personas con obesidad, en México y en el mundo.
La causa principal del síndrome metabólico (SM) no radica únicamente en el aumento de tejido adiposo, sino en la pérdida de funcionalidad del mismo, lo que desencadena las alteraciones metabólicas en varios órganos. Este concepto ha dado lugar al término “adipopatía”, que pone el énfasis en la disfunción del tejido adiposo como factor determinante del SM, más que en su cantidad.

En situaciones de ayuno y ejercicio, la disminución de los niveles circulantes de insulina favorece la liberación de glucagón por las células alfa del páncreas. Esta hormona, junto con el cortisol y la epinefrina, estimula la descomposición de los triglicéridos almacenados en los adipocitos, liberando ácidos grasos libres en la circulación. Este proceso, conocido como lipólisis, proporciona ácidos grasos a los órganos para ser utilizados como fuente de energía. De esta forma, el tejido adiposo juega un papel fundamental en la regulación del balance energético, controlando la disponibilidad de ácidos grasos en respuesta a las necesidades del cuerpo durante el día.
Además, el tejido adiposo secreta una variedad de hormonas y citocinas a la circulación. Su función principal es mantener el equilibrio de lípidos en tejidos periféricos como el hígado, los músculos, los riñones y el páncreas, promoviendo la utilización de lípidos como fuente de energía en las mitocondrias de estos órganos. Al mismo tiempo, estas sustancias favorecen la captación de glucosa y lípidos en los adipocitos para su almacenamiento como triglicéridos.
El adipocito, por su parte, tiene la capacidad de aumentar considerablemente su tamaño, aunque esta capacidad no es infinita. Por ello, en paralelo, se reclutan nuevos adipocitos, derivados de células mesenquimatosas en el tejido adiposo. Así, el aumento simultáneo en el tamaño y número de adipocitos permite la expansión del tejido adiposo, lo que facilita el almacenamiento de grandes cantidades de energía.
Este proceso de expansión continua del tejido adiposo previene que los lípidos se acumulen de forma tóxica en otros órganos del cuerpo. Por esta razón, muchas personas obesas, incluso con un índice de masa corporal superior a 30, no desarrollan alteraciones metabólicas. A estos individuos se les conoce como “obesos metabólicamente sanos”.Sin embargo esto no significa que la obesidad no sea una enfermedad. La razón por la cual existen personas con una mayor “resistencia” a desarrollar SM o enfermedades que otras, es debido a que la capacidad de expansión del tejido adiposo no es ilimitada y es diferente en cada individuo, por lo que al llegar a la capacidad máxima, los ácidos grasos son liberados a la circulación, dando lugar al SM.
Pero cuál ha sido el determinante ¿qué ha ocasionado el aumento de obesidad y síndrome metabólico en el siglo XXI? La cantidad de alimento que una persona puede afectar, debido a que si el aporte energético es mayor al requerimiento de energía que se utiliza se genera un desbalance que favorece a la acumulación de grasa. De igual forma, el consumo elevado de alimentos ricos en hidratos de carbono simples y grasa vegetal hidrogenada (presentes en numerosos alimentos procesados o industrializados) se asocia con la presencia de SM en un amplio rango de IMC. Como se mencionó anteriormente, el principal problema no es la grasa o el tejido adiposo, más bien el exceso de grasa disfuncional, generado en su mayor parte por el consumo de alimentos ultraprocesados. Si observamos las estadísticas de las últimas décadas, el aumento en el consumo de alimentos como bebidas azucaradas, comida rápida o alimentos ricos en grasas trans está presente no solo en nuestro país, sino en todo el mundo. El problema con los ultra procesados (UP) , es que debido a la facilidad de obtenerlos y su sabor tan agradable e hiper palatable, las personas son muy susceptibles a reemplazar estos por otros grupos de alimentos menos procesados, que ofrecen múltiples beneficios y deben ser incluidos en la alimentación para una mejor salud y calidad de vida. Pero ¿Cómo identificar los alimentos que son ultraprocesados? Para esto existen diversas clasificaciones o categorías que pueden ayudar a identificar qué tipo de alimentos son los que se consumen con regularidad. La clasificación NOVA consta de cuatro categorías de alimentos según el grado de procesamiento a los que hayan sido expuestos.

De igual forma los ingredientes pueden reflejar mucho acerca de qué tipo de alimento se consume, ya que son los ingredientes lo que generan la lipotoxicidad.
Se debe evitar el consumo de ingredientes como: jarabe de alta fructosa, Fructosa, Aceite de palma, grasas trans, margarina, manteca vegetal, ácidos grasos peroxidados, al igual que se debe procurar limitar el consumo de disruptores endógenos (obesógenos) como: colorantes, saborizantes, espesantes obesógenos y disruptores metabólicos.
Sumado a esto, el consumo de alimentos ultraprocesados también afecta las comunidades de microorganismos en el intestino, un fenómeno conocido como disbiosis, que favorece la liberación de sustancias tóxicas, como las endotoxinas, hacia la circulación. Las endotoxinas, como los lipopolisacáridos, activan las células del sistema inmunológico en diversos órganos, lo que desencadena una respuesta inflamatoria sistémica de bajo grado. Esta inflamación interfiere con el funcionamiento normal de órganos clave en el metabolismo, como el hígado, los músculos esqueléticos y el corazón, lo que agrava aún más la alteración en la señalización de insulina y la función mitocondrial.
En conclusión entre más ultraprocesado sea un alimento menor calidad y mayor riesgo de enfermedades.
Referencias: